28 mayo 2009

Hacia una lectura de indios dios runa


Indios dios runa: Antología poética del profeta del fuego.
ESPINO RELUCÉ, Gonzalo.
Lima, Andes Books, 2008.

Lorena García Pizarro

En momentos en que las editoriales orientan su interés hacia un tipo de literatura convencional, la Biblioteca Yanantin (Editorial Andes Books) se erige como un espacio de publicación alternativo con una perspectiva cultural definida. Su interés radica en insertar en la escena literaria aquellos discursos que se encuentran al margen del canon literario por no ceñirse a los parámetros hegemónicos.

La Biblioteca Yanantin tiene en su haber: indios dios runa: Antología poética del profeta del fuego (2008), del crítico literario Gonzalo Espino Relucé; Manuel Scorza: Homenaje y recuerdos (2008), de Mauro Mamani y Juan Gonzáles Soto (Editores) y ¿Desde dónde hablar? A propósito de la relación de la oralidad-escritura (2008), de Jorge Terán Morveli. Todos los trabajos responden a la línea de la colección, cuya perspectiva se centra en dar la voz al otro.

La primera entrega de la colección, indios dios runa… (2008), fue antologada por Gonzalo Espino Relucé (Tulape, 1956), a partir de los poemarios de Efraín Miranda (Puno, 1925): Muerte Cercana (1954), Choza (1978), Vida (1980) y Padre Sol (1998). El corpus de la antología está constituido de dos partes: a) un acercamiento a la poética de Efraín Miranda, y b) la colección de los mejores poemas bajo los subtítulos de “cristales de hielo perpetuo…”, “lliclla”, “contorsionan mi lengua”, “PadreSol, MadreTierra”, “soy indio”, “empasto de barro”, “rebaño de corvinas para pastar”.

El estudio de la poética de Efraín Miranda tiene como objetivo celebrar la sensibilidad del poeta, la vitalidad de su palabra, sus reflexiones en torno al universo andino, etc. Gonzalo Espino (2008) señala con acierto una serie de elementos constantes en los poemas: un lenguaje tensional producto de los núcleos oposicionales; una reduplicación de los sentidos, cuyos campos semánticos superan los sentidos primarios; una poética del distanciamiento.

Además de la estrategia poética es evidente en el subtexto el programa de indio "que no pide misericordia, simplemente, reclama la condición runa, de gente, de humano y que simultáneamente exige la resolución de la cuestión social: programa desde la palabra del indígena" (Espino, 2008, p. 15). Programa que establece su diferencia hacia el indigenismo ortodoxo, pues es la voz indígena que ya no se interpreta, sino que se expresa como productor de su propio discurso.

El proyecto de Miranda en la voz del otro es la más aguda rebelión contra la miseria y la pobreza; es un contradiscurso que desestabiliza la lectura que el letrado hace del mundo andino. La voz del indio ya no necesita ser representada por el Otro (occidental letrado), pues su palabra fluye a través del yo lírico. Esa palabra sencilla, clara; pero de contundente energía que nos invita a explorar el mundo andino a partir de su imaginario.

El indio ya no es más el objeto de contemplación de la cultura letrada, es él quien es el objeto de su reflexión (“LN”: 85): “¿Qué soi?/ –Un indio./ ¿Y, qué es un indio?/ ¿Qué soi?/ –Una persona./ ¿Y, qué es una persona?...” Es a partir del yo lírico que el indio conquista el espacio de representación simbólica, ya no es el designado, ahora él es el que se designa, se interpreta e interpreta su entorno.

En (“LI”: 61), el yo lírico lee al Otro desde su perspectiva: “Como un antiguo biscuit cutáneo/ y sobre personal cortesía paternal/ –en la página central–, un presidente abraza a un indígena.” El yo lírico es consciente del metamensaje: un sentimiento de superioridad se escuda tras la amabilidad paternal, y, por extensión, una condición de inferioridad estigmatiza al otro. Y continúa: “¿Habrán acordado algo? ¿Se habrán reconciliado?/ ¿Habrán pactado? Enigmas relampagueantes cruzan./ Hasta esta fecha es el retrato de dos cumbres:/ la del poder de la cultura emigrada/ ¡y la de la resistencia cultural aborigen!” Ese distanciamiento del yo poético a partir de la pregunta: “¿Se habrán reconciliado?” sugiere una brecha entre dos culturas irreconciliables: la occidental migrante y la andina.

La cultura andina representada por el yo lírico (“EC”: 91): “Mi pueblo está aquí,/ mi pueblo me ha dicho que hable a su nombre,/ de su condición universal.” se resiste al proceso de transculturación en sus manifestaciones culturales como señala líneas después: “me connaturalizo: ofrendo a la Madretierra, a su descendencia y a sus/ fenómenos mis homenajes vitales…”. Esa resistencia cultural es constante en sus poemas (“94”: 82) donde el yo lírico asume a la deidad andina como un ser superior y principal: “Birakocha Adolescente,/ Imagen Suprema de Nuestra Identidad./ Birakocha Material,/ Imagen Primera del Universo.” La deixis “Nuestra” evidencia a un yo lírico deudor de una cultura milenaria con la que se identifica él y su pueblo.

Por otro lado, las resistencias también se manifiestan en las expresiones lingüísticas (“MF”: 68): “La gramática española cuelga desde Europa/ sobre mis Andes,/ interceptando su sincretismo idiomático.” La deixis “mis” sitúa a un yo lírico en un lugar de pertenencia: los Andes. Esta conciencia de pertenencia en el imaginario del indio responde a una intención deliberada: “Mi lenguaje resiste, se refugia lo persiguen,/ lo desmembran.” Es decir, que la resistencia lingüística desmitifica la imagen del indio bruto, callado que ha construido el Otro.

El valor de la poesía de Miranda trasciende los límites del problema del indio y se hace extensivo al de la humanidad (“33”: 75-76): “El descuido de los dioses ha sido –a pesar de infinitos poderes/ y sabidurías– no haber impuesto sobre la inteligencia/ y la voluntad de los humanos las construcciones/ de enclaves arquetípicos/ como paradigmas perfeccionables en las Tierras de las Ideologías/ de claro dictado divino./ No ya, intelectualismo y sublimidad divina/ sino, [sic] materialización económica-mística; integración socialreligiosa/ principista; política teologal, justiciera; legislación teísta/ con adaptación humana; tecnología divina.” En este sentido, el poeta no apela a esencialismos (occidentales o andinos), sino a la integración de un paradigma que integre lo material y lo espiritual.

La poesía de Miranda no encaja en paradigma alguno porque responde a otros intereses tal y como señala Espino (2008: 27): “Con seguridad esta poesía, si queremos focalizarla, se debe leer como andina moderna, de la contracultura e indígena.” Creemos que la importancia del discurso de Miranda se centra en que no está determinada por una focalización externa sobre el indio, sino es el discurso desde el sentir indígena. Un sentir que no solo revela la exploración del universo andino, sino cuestiona y reflexiona desde las bases indígenas. Razón suficiente para reconsiderar el sincero programa que se percibe en sus discursos poéticos y para celebrar el denodado esfuerzo del crítico literario Gonzalo Espino en presentarnos esta antología que exige ser revisitada por la crítica.

Paul Newman y otros relatos: ¿una propuesta narrativa?


Paul Newman y otros relatos.
RUBIO BAUTISTA, Douglas.
Lima, Andes Books, 2006.

Lorena García Pizarro

     Los aspectos negativos de la globalización, la tecnologización del poder y la política han generado un desequilibrio en el imaginario social: la exacerbación del individualismo, el racismo, etc. La modernidad ha creado seres alienados, vacíos y frívolos. Estos síntomas nos alejan cada vez más de la imagen de una futura sociedad democrática, pluralista y sobre todo humanista. En este sentido, la narrativa peruana contemporánea afronta los retos de las industrias culturales –entre estos el cine, la radio, la televisión y la prensa–. Su impulso por totalizarse y sobrevivir a los nuevos retos de la tecnoclogía, la obligan a cuestionar sus técnicas y formas vigentes, y asimilar los elementos constitutivos de otras artes.

     Paul Newman y otros relatos, del escritor Douglas Rubio Bautista (Lima, 1976), es la búsqueda de nuevos temas y nuevas formas de expresión literaria, que responde a los vacíos que han dejado las metanarraciones o grandes relatos que sirven de eje discursivo a la modernidad. En esta publicación de relatos urbanos, adquieren importancia los elementos constitutivos del cine: el primer plano, el montaje, el encuadre. Cabe destacar, también, la influencia en el texto del estilo narrativo del cine trash o cine de contracultura, donde el sexo explícito y la violencia son cotidianos en la sociedad como nos muestra el autor en sus relatos: “Y Darío penetró aquella humedad pilosa, y la besaba con toda la fuerza que pudo generar su lengua” (dice el narrador de “El sol teje los nidos”) (42). Donde el uso del primer plano empleado por el autor permite un acercamiento visual cinematográfico, y tiene como fin exacerbar los sentidos del lector.

      La novela negra –el crimen, la búsqueda de la verdad por los caminos de la lógica-, sin duda, es otra de las fuentes de la que se nutre el autor. En la actualidad, este género no es cultivado. Hay una ausencia de interés de los jóvenes escritores hacia la estrategia narrativa de la novela negra. Para Oscar Wilde, escribir una novela negra requiere de dos condiciones: tener una historia criminal y contarla bien. En este sentido, Douglas Rubio nos presenta en esta publicación un estilo logrado en cuanto a una temática acorde a los tiempos: personajes indolentes frente a su cruda realidad. Las técnicas cinematográficas como el primer plano, el montaje nos acercan a ese universo diegético y, también, dejan entrever la postura intelectual del autor.

    Con el empleo del montaje, la estructura en los cinco relatos de la publicación no se desarrolla linealmente. El autor va llenando los vacíos de las historias con los juegos temporales: analepsis y prolepsis. Es decir, que los relatos se desarrollan en la memoria e imaginación de los personajes. Aquí el tiempo psicológico es de vital importancia. A partir de la subjetividad de los personajes, el narrador construye la narratividad de los relatos que nos permite desentrañar la trama y acceder a la verdad de los personajes.

     La memoria, la imaginación y las emociones dan cuenta de los conflictos de los personajes. En este sentido, Rubio explora el atormentado e inefable mundo interno de los personajes: sus deseos sexuales, frustraciones y sus más bajos instintos criminales, etc. Con el personaje Norman, de “Peter Pan era un verdadero hijo de puta”, revela las sombras de lo patológico, donde el protagonista descubre el origen de los crímenes en su etapa de niñez: “Recuerda haber acompañado el negro y el verde de sus aleteos hasta conseguir sostenerla con la plenitud de sus dedos de niño, Sonrió. Quitó una ala, luego otra. Parecía entonces una larva. Volvió a sonreír al aplastarla entre esos dedos rosados que su madre siempre lavaba con agua y desinfectante” (21-22).

     Cada uno de los relatos da cuenta de la destreza narrativa del autor: intercala la plasticidad en la subjetividad de los personajes con el lenguaje crudo. Nada es accesorio en los relatos. El autor es preciso, su voluntad de contar, y contar bien, atrapa al lector, ya que no hay pasajes prescindibles: diálogos, imágenes, etc.

      Los tópicos de la muerte inevitable, la violencia sexual, la homosexualidad, no son sin duda ingenuos, forman parte de la intención del autor por representar a los seres vacíos que ha generado la modernidad. El título de uno de los relatos “Peter Pan era un verdadero hijo de puta” nos da cuenta de la pérdida de la inocencia, del carácter desmitificador de los cuentos de hadas, por ende, de la cultura occidental y de sus personajes alienados, que resultan indolentes, indiferentes a su entorno, resultado de lo que proyectan los mass media.

       Otro de los recursos que utiliza el autor es la ironía de la paradoja en el discurso de los narradores y de los personajes, donde cada uno va en búsqueda de llenar los vacíos. Estos terminan encontrando sus verdades cuando menos se lo esperan, como el personaje principal del relato “Paul Newman”: “De regreso al hotel, lloré repentinamente unos minutos. Se descubren ciertas verdades en la soledad del asiento trasero de los taxis. O mientras se contempla uno mismo en los espejos húmedos de los ascensores. Tal vez en el silencio del pasillo camino a la habitación” (17).

     Es la búsqueda de la verdad la que induce al lector a una conclusión final. El autor nos induce por el camino de la lógica, no sin antes hacer una lectura atenta que exige un lector activo, un “lector macho” en términos de Cortázar. Sin duda al leer los relatos de Rubio, en esta modernidad, nos hace pensar que aún hay intelectuales que no sólo se preocupan por la forma (búsqueda de recursos cinematográficos), sino también por el plano del contenido; que siempre están buscando nuevas alternativas para entretener y escribir bien en este mundo globalizado.

Publicado en la revista Lhymen, cultura y literatura. Año VI, junio de 2007, Nº 4