30 septiembre 2013

El otro en el poema “El hombre de Armas Molidas (a)” de Juan Ramírez Ruiz




El otro en el poema “El hombre de Armas Molidas (a)” de Juan Ramírez Ruiz


Lorena García Pizarro

El poemario Las armas molidas (1996) de Juan Ramírez Ruiz, a diferencia de los textos poéticos anteriores, configura un nuevo sistema de signos de representación que ante la mirada del lector tiene una aparente función lúdica si se considera la disposición de la estructura de los poemas, cuyos títulos están en algunos casos en el margen inferior de la página, la numeración de las páginas en el extremo superior derecho, las estrofas están enumeradas, y generalmente hay un conjunto de signos o imágenes (quipus, figuras geométricas, etc.) que encabezan los poemas.
Al contemplar la estructura de este poemario es inevitable compararla a la estructura de Rayuela de Julio Cortázar, también, organizada de modo poco convencional. En Poesía, no se tiene alcances de este tipo de estructura en la que se podría desorganizar los poemas a partir de la enumeración de los versos designados por el yo poético, sin embargo, como señalamos los textos poéticos no cumplen solo una función lúdica, creemos que tras la distancia de la estructura convencional hay una postura crítica a la poesía hegemónica que no desarrollaremos ahora por ser otro el objeto de nuestro análisis. 
Antes queremos señalar que, al iniciar la lectura del texto poético, lo primero que se aprecia es la original presentación del prólogo bajó el título “Andigramas” que alude a lo que se podría considerar la escritura andina. Dicho prólogo adolece de un corpus cuyo sentido sea expresado a través de la escritura occidental, es más está configurado solo a partir de siete pallares en sombras en blanco y negro, lo que se podría interpretar como un acto de descortesía del autor al no presentar la traducción para el lector.
Por otro lado, confirma su distancia crítica hacia el lenguaje hegemónico del Otro y apela a su vez a otro tipo de receptor “no convencional”, quizá un intérprete de la civilización andina o un lector ideal que articule los signos y los vacíos en el texto. ¿Pero quién es el Otro? Para Lacan el gran Otro es representado tanto por el orden simbólico (ley, lenguaje, cultura) o por el sujeto hegemónico; mientras que el pequeño otro es la imagen especular, el semejante, el reflejo del yo que en el poema que analizaremos está representado por el sujeto subalterno.
Hay una necesidad del autor implícito de Las armas molidas de negar la tradición estética y lingüística para volver al origen de la palabra, porque esta se encuentra inevitablemente ideologizada por la cultura hegemónica del Otro. El preámbulo de la primera de las tres partes del poemario se presenta como “El canto”. Es necesario considerar el énfasis que el autor implícito realiza al asociar el inicio del poemario con la oralidad y, a su vez, los símbolos, pues va acompañado solo de tres pallares en sombras en blanco y negro. Creemos que para destacar la oralidad frente al acto de escritura, así el autor pretende involucrarnos como receptores antes que lectores. Además la oralidad adquiere un fuerte valor testimonial frente a la escritura desde el enfoque del otro, voz con la que se identifica el poeta.
Precisamente en el primer poema “Hombre de Armas Molidas (a)”, título que aparece en el extremo inferior del mismo, inicia con la imagen de un quipu, considerado un sistema mnemotécnico de las civilizaciones andinas. Más allá del uso como sistema de contabilidad se asume que también guardaba información histórica como la que se desprende de la lectura de los quipus en el drama Ollantay. Posteriormente, El nudo-quipu fue utilizado por el poeta Jorge Eduardo Eielson como práctica artística en búsqueda de otra forma de hacer lenguaje.
En el caso del poema, la imagen del quipu apela a la oralidad, a la memoria colectiva representada en un sistema de signos basada también en los nudos. Con lo que el yo poético al igual que el autor implícito establecen su identificación con el otro, pero no el otro de la antigua civilización; sino otro actual que ha quedado rezagado tras el encuentro de las dos civilizaciones. Este otro pertenece a un nuevo orden temporal donde la historia de explotación parece ser constante:

1.  Incluso con los muertos que tienen sitio
y no lugar
falta un hombre- falta un hombre-
están van dicen dibujan
y desde sin-
con el viento cazador de casas fugitivas
otra vez el eco repite: falta un hombre-
falta un hombre- falta un hombre…   (p. 11)

¿Quién es este otro? Un desaparecido, un sujeto sin voz, un sujeto condenado al anonimato. Un otro cuya individualidad no significa nada para el gran Otro (la cultura, el sujeto hegemónico). ¿Qué valor puede tener su palabra para el Otro letrado? Ninguna. No es gratuito que el título aluda a un hombre desprovisto de instrumentos de defensa, que en este caso, no alude a lo físico, sino a lo simbólico (derecho a la cultura, a la educación, a la dignidad como individuo, ¿a la inclusión?). El Carácter de oralidad al que apela el yo poético en el poema es reforzado por el eco de las voces anónimas que repiten con insistencia la ausencia del otro al igual que dichas voces en el anonimato.
¿Qué valor podría tener la voz colectiva de otros sujetos frente a la impotencia del otro como individuo? Un individuo que se manifiesta en un acto de desesperación frente a lo que aparentemente es solo la naturaleza: “¡De quién es la mente y mano que golpea / al cielo sordo y a la tierra muda!” (p. 11). Fíjese que la impotencia del otro no se da hacia un otro de su condición, sino hacia las divinidades representadas en las isotopías “cielo” y “tierra”, que aluden a las deidades occidentales y andinas. El yo poético sintetiza en estas imágenes el acto de transculturación en el imaginario del otro. ¿Pero a dónde pertenece? ¿A qué territorio?

2.  Pero a quién entonces pertenece esta huella que gotea
en valles y pistas
un verdor ardiente y perfumado- a quién pertenece
la voz que reside en cada cuerpo
y se hospeda entre los astros- ¡a quién! (p. 11).

En el inicio del poema se anticipa que “[i]ncluso… los muertos… tienen sitio / [pero] no lugar” (p. 11). La desterritorialización del otro no es solo espacial, sino también simbólica. Este pierde absolutamente la autonomía de su espacio físico y por tanto la configuración de su propia identidad a favor del Otro:

2.2.  De quien sino del hombre que vestido
Con camisa blanca
Pantalón y zapatos negros
Viene semilla de un torrente de raíces
O ramillete de núcleos
Encendiendo el ojo de los días fragantes:

2.3.  ¡… No- no falta tal hombre- no- no falta
El hecho inacabable que respira!... (p. 11).

Resulta interesante la relación dialógica en el texto poético, entre la voz colectiva que busca y la voz hegemónica que niega, pues a partir de esto se establece la relación dialéctica entre la cultura dominada y la cultura dominante. El tipo de discurso que se manifiesta entre ambos ejerce una tensión en el que siempre hay uno que pierde su derecho a la expresión. En este caso, la expresión como individuo.
El otro es configurado por la ausencia de su voz a partir de la negación del Otro; pero, también, se aprecia la pérdida de su autonomía como individuo a favor de aquel representado en el vestido (camisa blanca, pantalón y zapatos negros), lo que para Eielson representa la máscara de la civilización. Sin embargo, esta aparente civilización que le proporciona el vestido al Otro es subvertida por la voz del yo poético: “Trajeado también en- con cavernas al revés” (p. 11). La isotopía “caverna” alude a lo primitivo desde el enfoque del hombre civilizado; sin embargo, el yo poético recurre al término para invertir el sentido y dotar al sujeto trajeado (Otro) del mismo pero no en lo aparente, sino en el orden espiritual, pues el vestido en él solo es una máscara que recubre su despotismo de terrateniente como se aprecia en la siguiente cita:
 3.  Trajeado también en- con cavernas al revés
      (siempre el repartido)
      siembra en el Sur
      y va- viene en el rumbo
      tocando el agua inmóvil
      en la piedra que se va (p. 11).

Esta alteración de las funciones de la naturaleza, (el agua que se detiene, las piedras que van) ante un yo poético que no se inmuta, revela el punto de enunciación desde donde no solo escribe, sino reflexiona; pues asume al igual que Manuel Scorza que la alteración de la naturaleza es el resultado de la inversión del orden antiguo.
Si bien el poemario posee una estructura poco convencional estamos convencidos que la elección de las formas, de los nuevos signos responde a la necesidad del autor implícito de descentrarse como poeta en el marco de la época para alejarse de la función del lenguaje hegemónico del Otro y subalternizarlo frente otras alternativas de representación que le permitan expresar el sentimiento colectivo que no le permite la lengua heredada.
Al parecer, Juan Ramírez Ruiz nos insta a reflexionar sobre la función del lenguaje, de las posibilidades de expresarnos como individuos y colectividades, de las posibilidades de liberarnos o descolonizarnos de los paradigmas estéticos eurocéntricos en un acto de rebeldía estética,  de reflexionar en las múltiples posibilidades de expresión y recepción poética. 
Fuente:
Ramírez, Juan (1996). Las armas molidas. Lima: Arteidea Editores: 


(*) Parte de este análisis salió en el primer número de la revista Escribamos en homenaje a la vida y obra del poeta Juan Ramírez Ruiz. La organización de la revista estuvo a cargo de los alumnos de Periodismo (base 2010) de la Universidad Nacional Federico Villarreal.   Al respecto, ver la siguiente dirección: http://issuu.com/journalistandwriter/docs/revista_juan_ram__rez_ru__z

25 agosto 2013

La construcción metafórica del espacio en "Lock-out" de César Vallejo




La construcción metafórica del espacio en Lock-out[1]
de César Vallejo

      1.  Introducción
         Es preciso deslindar la diferencia del teatro como texto (escritura) y como espectáculo (representación) que hace Anne Ubersfeld (1998) en torno a una obra de teatro. Nuestro objeto de análisis consiste en el análisis escritural de Lock-out (1931) y no en la evaluación de la puesta en escena que, por cierto, no se dio en su contexto, sino hasta la actualidad.
El objetivo del presente trabajo consiste en demostrar que la propuesta teatral de Vallejo pese a que siempre distinguió el arte burgués del arte social, Lock-out es un texto hibrido en el que confluyen lo estético y plástico con la crítica. El autor pretende trascender las reglas del juego a partir de la incorporación de imágenes poéticas en la configuración de los espacios. Estos espacios son configurados como metáforas en el texto, pues Vallejo no pretendía seguir la línea estética socialista, mantiene el concepto más revela su interés de unir la pericia técnica y el compromiso político a partir de imágenes y metáforas poéticas y escénicas además de la configuración del sujeto colectivo en el texto.
Consideramos que la propuesta estética en Lock out consiste en la elaboración de metáforas poéticas en base a los colores, contrastes de imágenes, metáforas escénicas en el que confluyen poesía y pericia técnica teatral. Estas metáforas no son decorativas, sino herramientas políticas para significar ideológicamente; pero también, estéticamente. Por ello consideramos, a diferencia de la crítica que Lock-out posee dos receptores ideales: ideológicamente los proletarios y estéticamente aquellos que poseen competencia estética sobre el teatro burgués, el teatro social y pueden desentrañar la distancia y el equilibrio armónico que Vallejo busca en estas dos tendencias estéticas.

2.    Vallejo y el teatro de su tiempo

Para Natalia Gómez (2008) durante la estancia de Vallejo en Europa, entre 1923 y 1928 escribe artículos críticos sobre cine y teatro, y en especial, sobre el teatro europeo: “los artículos permiten reconstruir las contradicciones que se daban entre las diferentes corrientes y expresiones artísticas de la época, así como la crisis del arte, la literatura y el teatro europeo” (Podestá citado en Gómez 2008). Es necesario recalcar que hacia aquella época ya estaban circulando las ideas de Antonin Artaud, Alfred Jarry y Guillaume Apollinaire[2] sobre la ruptura de la escenografía convencional.
Gómez enfatiza que hacia 1930 perfila lo que será la mayor parte de su obra teatral. La fecha de producción es entre 1930 y 193…, en 1934, Vallejo culmina las Notas sobre una nueva estética teatral.  Los artículos periodísticos y los viajes a Rusia influyeron en su propuesta de la estética teatral contemporánea, sobre todo después de atestiguar la crisis del teatro europeo entre los años 20 y 30 (Podestá citado en Gómez). Para Vallejo “existe un anquilosamiento del género como forma de expresión artística… [hay] una incapacidad para adaptarse a los nuevos medios” (Podestá 31). Gómez señala que Vallejo busca como posibles soluciones “la búsqueda de la expresividad del cine mudo para reaccionar contra el naturalismo y la retórica de la época.” Y aquí lo más interesante de su propuesta, que para Gómez (2008) consiste en un rescate del montaje y la escenografía. Léase al respecto: 
“El decorado [del Teatro de Granovsky] participa, en la Comedia Rusa, del movimiento plástico del music-hall y del circo… El teatro, de este modo, funde en la escena los recursos elípticos del music-hall, del circo, de la danza y del cine conjugados”.
Gómez insiste y, estamos de acuerdo, en que la expresividad del cine mudo y el montaje teatral ruso son los dos recursos intertextuales que Vallejo utiliza en Dressing Room[3]. Sin embargo, hay otros recursos que aparecen en sus obras dramáticas como veremos después.

    3.  Revisión crítica sobre Lock-out

En torno a Lock-out hay comentario nada favorables sobre los personajes configurados de manera maniquea (Ricardo Silva). Para Rosario Valdivia, Lock-out (1931) y Entre las dos orillas corre el río (1931), son textos comprometidos políticamente: “Ambas tienen un mensaje o contenido revolucionario, pero revisten una forma o construcción clásica” (284). Al respecto, consideramos que Entre las dos orillas corre el río transgrede la estructura clásica y convencional. Líneas después añade:
El drama soviético sirvió de fuente a Vallejo. Ambos dramas, en muchos aspectos, recuerdan el teatro revolucionario de la URSS por el énfasis sobre el trabajo como tema central y la proyección de un escenario desnudo y, por ende desmitificado” (284).
Sobre Lock out, Valdivia señala que “la trama de la obra actualiza la lucha social entre los gerentes que tratan de cerrar la fábrica y los empleados que no aceptan el cierre” (284) y cita la relación entre la novela de Aymé y la obra teatral en torno a la rebelión de operarios de una fábrica:
OBRERO 1, con risa estúpida
¿Y qué vamos a hacer si nos echan a la calle? (Ríe de nuevo). Para comenzar, conozco a uno que se va a molestar bastante y una novia que no va a esperar mucho… (Risas de algunos otros).

OBRERO 12
¡¿Han terminado?! ¡No hay tiempo que perder!... (Finalmente los obreros obedecen). ¿Cuándo el director dice que la desocupación no es la culpa de nadie, él miente, por supuesto! ¡Los culpables de la desocupación son evidentemente los patrones!”

Para Valdivia el punto en común entre Aymé y Vallejo además de los motivos, es el estilo basado en el humor. “El humor de Aymé se manifiesta sutil y constante en sus obras de teatro y por su parte Vallejo hace gala de fino humor en las obras posteriores a su Traducción de La rue sans nom[4] (284-5). Además como señala a Colacho hermanos que gira entre lo real y lo farsesco[5]. “Una de las maniobras que Vallejo y Chaplin utilizan para producir la risa es la imagen caricaturesca del poder, o visión tragicómica de la vida”[6].

4.    Las metáforas poéticas y políticas en Lock-out

         Al levantarse el telón lo primero que el autor señala en la didascalia es el espacio de representación: una fábrica metalúrgica en plena labor con los obreros en diferentes planos. “sincronizando especialmente con el ruido de los motores y con los ruidos del taller en general, Pas d'acier de Prokofiev” (33) Pas d'acier es el segundo ballet del compositor ruso Serguéi Prokófiev[7] que según la línea estética nacionalista rusa asumimos que era considerado un intelectual burgués entregado al formalismo. La relación intertextual entre el ballet de obreros de Prokofiev en el que se aprecia a hombres trabajando con la máquina refuerza aparentemente la misma actividad de los obreros en Lock-out.
Actividad que el autor enfatiza líneas después: “Todos los obreros se hallan vestidos de gris y negro. Relámpagos metálicos de color surcan los espacios en sombra. Todo se mueve según un movimiento natural de rítmica armonía. Efecto general de Ballet” (33, la negrita es nuestra). El inicio de la obra a modo de un ballet, la naturaleza rítmica y armónica nos induce a imaginar un espectáculo cuyo estilo establece la ruptura con la estética del realismo socialista al que se pretende asimilar la estética teatral de Vallejo. Es indiscutible la filiación marxista en Vallejo; sin embargo consideramos que pretende mezclar géneros, tendencias artísticas en búsqueda de un nuevo tipo de arte.
En Notas sobre una nueva estética teatral, Vallejo retoma esta idea transgenérica que apreciamos tanto en Lock-out (1930) como en Entre las dos orillas corre el río (1930). Al respecto, señala que “hay que derribar esta frontera entre subjetivo y objetivo, entre lírica y épica, entre autor y obra cerrada. Se subjetiviza, así, la obra escénica, que debe ser obra de poeta, en la cual aquel pueda contemplarse él mismo” (506). Es a la luz de estas notas aunque escritas después hacia 1934 que debemos leer la propuesta de Vallejo de liberar el teatro del anquilosamiento en el que se encuentra.
Por tanto, consideramos que la representación de los obreros en la fábrica realizando movimientos rítmicos, armónicos ante la pieza musical que parece reforzar la idea antes expuesta es en realidad un recurso antagónico. Si bien en ambas piezas aparecen los obreros; en la pieza musical, el subtexto gira en torno a la apoteosis de la industrialización; sin embargo, en Lock-out se cuestiona la industrialización, la explotación de los obreros en manos de los burgueses, la denigración de la fuerza de trabajo en la reducción del sueldo y el desplazamiento del hombre por la máquina, hecho que será objeto de reclamos entre los obreros; pero, también del despertar de la conciencia colectiva.
Motivo por el que reconocemos en el inicio una metáfora a partir del contraste de los ideales de los obreros que será lo que encontraremos en la lectura. Aquellos obreros que ven en la máquina la industrialización y el desarrollo; y los que ven más allá de lo económico y lo material y reconocen la explotación proletaria a partir de la plusvalía.
Vallejo bien pudo acudir al estilo socialista para representación de esta obra que además está dirigida a los proletarios. Vallejo recurre para la configuración del obrero en el texto a la configuración anónima de los personajes-obreros no hay nombres ni apellidos, excepto los burgueses dueños de empresas. En Lock-out, el autor implícito recurre a la configuración de un sujeto transindividual, lo que Lucien Goldman denomina sujeto colectivo. Este sujeto deja de pensar en sí mismo, sus acciones están pensadas en la colectividad:
DELEGADO 1: -“¡Proletarios de todos los países, uníos!” ¡No olviden jamás que esta unión nos pertenece, sólo y únicamente a nosotros! Ella sola hace nuestra fuerza. ¡Es sólo de ella que depende la salud de la clase obrera!... (88)

DELEGADO 1: -Esa batalla que dura  desde hace más de un mes y que ha costado la vida a tantos camaradas nuestros, reduciendo a su familia y a sus hijos a la miseria, ha sido ganada gracias a la solidaridad de clase de todo el proletariado del país (89).
Aunque los obreros solo desean no ser despedidos, el reclamo se convierte en un despertar del estado de conciencia como colectividad al descubrir que el problema no es el despido masivo de los obreros ni la reducción del salario, sino los dueños de las empresas que ven en el capital la fuente de distinción de clases. Vallejo nos hace reflexionar sobre este punto tan vigente en la actualidad a partir de dos recursos: el discurso del sujeto colectivo y el escénico.
En el discurso del sujeto colectivo notamos que los reclamos son producto de las necesidades individuales, estas voces individuales se reconocerán en su clase obrera lo que generará la superación de la conciencia individual por la conciencia colectiva. Por ello, en la escena III, se configura a los obreros ingresando al salón de asamblea general “[n]o deja de afluir la masa. Atmosfera pesante. Desorden” (55). Es solo en este estado que reflexionarán y se interpretarán no solo económicamente, sino históricamente.
Es decir que Vallejo configura a los personajes metafóricamente en el proceso de desenajenación del imaginario capitalista como un estado ideal que todo sujeto inmerso en el sistema capitalista agresivo debe reflexionar. Uno de los modos a los que recurre para mostrar a la jerarquización capitalista es a partir de imágenes escénicas que propone:
     El escenario está dividido en tres pisos superpuestos.
     En la planta baja, de un extremo a otro, un taller de mecánica, detenido, abandonado.
     Primer pido: tres divisiones: a la izquierda, una pieza humilde; al centro, la calle de un barrio obrero; a la derecha, otra pieza, pobre deteriorada.
      Segundo piso: un cabaret de lujo.
      Al levantarse el telón, la calle se ilumina. Varios grupos huelguistas la atraviesan en desorden, huyendo en muchas direcciones. Atmósfera de pánico y muerte (escena IV, 71).
Vallejo precisa además de la configuración de un discurso ideologizado en los obreros, del soporte escénico. Hacia 1930, año en el que se escribe esta pieza dramática ya hay un aire de inconformismo entre los dramaturgos que se inicia desde fines del siglo XIX. Los textos que aparecen en Europa son los que pretenden superar la estética del teatro burgués a partir del expresionismo (Strindberg, August: Teatro de cámara. La tormenta. La casa incendiada. La sonata  de los espectros. El pelicano.) que pretende parodiar o exponer los rasgos de los sujetos; el simbolismo (Maeterlinck, Maurice: La princesa Malena. La intrusa. Los ciegos) y el surrealismo (Las tetas de Tiresias de Apollinaire).
Es en estas condiciones en las que Vallejo propone una alternativa que aborde tanto su propuesta escénica como ideológica. Y proponga la calle como escenario frente a los interiores tan recurrente en el teatro burgués. En la escena IV se configura el encuentro entre obreros y policías quienes pretenden reprimir a los primeros.
LOS POLICÍAS: -¿Qué pasa aquí?... (Revólveres en mano) ¿Tú, guardián? Pero ¿qué pasa?... ¡Déjalo!... ¡Déjalo o te mato!... (Tira a quemarropa. El guardián cae abatido. La escena se apaga. Luego, se iluminan todas las escenas anteriores, simultáneamente: El cabaret, La pieza del obrero 28, La calle popular donde yacen los cadáveres de la obrera 1 y de la madre 1; el cuarto donde al pie de la puerta solloza la madre, con el más pequeño de sus hijos dormido en los brazos y el mayor gimiendo en la cama; los talleres abandonados con el cadáver del guardián sobre el piso. El cabaret se halla paralizado: una lujuria repugnante y grotesca) (85).
Estas escenas de las didascalias suscitan crispación como lector y como espectador al contemplar estas imágenes crudas. Creo que necesarias para observar con distancia crítica la misma que proponía Bertolt Brecht. Estas imágenes poéticas basadas en lo grotesco serán reforzadas por la escena siguiente (escena V): “La escena anterior, plena de fulgores sangrientos. Luz roja sobre la ciudad. Luego, lentamente, el sol aparece y es pleno día” (87). La luz roja, los fulgores sangrientos de la ciudad durante la batalla, la aparición del sol en el texto lentamente sugiere el nuevo día para los obreros, pero, también fungen en el texto de metáforas escénicas que representan el tránsito hacia un tiempo mejor, la aparición del sol podría interpretarse como la esperanza de los obreros de que los reclamos hayan sido efectivos. La lectura del texto culmina efectivamente con la ovación de los obreros por la victoria frente a los propietarios.
Por ello consideramos que tanto las metáforas poéticas, escénicas se tornan en metáforas políticas para tratar de proponer un discurso doble en la misma obra: uno dirigido al público conocedor de las propuestas estéticas vigentes y otro dirigido a la concientización del imaginario proletario.



       Referencia bibliográfica

Ubersfeld, Anne. Semiótica teatral. Madrid: Ediciones Cátedra, 1998.

Gómez, Natalia “La sombra de Charles Chaplin en César Vallejo”. Espéculo.
               Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid.
   N° 39, 2008.

Podleskis, Nadia. “La ideología Vallejiana en Lock-out”. Tesis de Magíster en
       Literatura peruana y Latinoamericana, Universidad Nacional mayor de   
       San Marcos, 2000.

Valdivia, Rosario “Creatividad y comunión en César Vallejo autor y  
              traductor”. Mutatis Mutandis. Vol. 3 N° 2, 2010, pp. 276-292.

Vallejo, César. “Lock-out”. En: Teatro completo. Tomo I. R. Silva-Santisteban y
          C. Moreano (Eds.). Lima: PUCP Fondo Editorial, 1999.

Vallejo, César. “Entre las dos orillas”. En: Teatro completo. Tomo I. R. Silva-
          Santisteban y C. Moreano (Eds.). Lima: PUCP Fondo Editorial, 1999.



[1] Lock out, Entre las dos orillas corre el río, La piedra cansada, Colacho hermanos, son los primeros texto cedidos por Georgette a la edición de Enrique Ballón; sin embargo ahora se tiene conocimiento de los textos dramatúrgicos breves La muerte, El juicio final considerados por Ricardo Silva como textos de gran calidad frente a los textos anteriores. Opinión con la que disentimos, pues consideramos que se ha malinterpretado la ruptura estética teatral en las obras.

[2] Guillaume Apollinaire autor del texto dramatúrgico Les Mamelles de Tirésias traducida al español como Las tetas de Tiresias estrenada en París en 1917. Al respecto, consideramos que César Vallejo como escritor de notas sobre el teatro europeo debe haber estado al tanto de las condiciones de producción y recepción del teatro de ahí el distanciamiento hacia las formas convencionales de representación.

[3] El drama Dressing Room está escrito como guion cinematográfico y fue producido entre 1932 y 1937. Natalia Gómez señala que es una obra abierta donde los montajes incorporan desarrollos distintos.

[4] Rosario Valdivia (2010) señala que Vallejo “asumiendo el papel de lector primero, quien identificado plenamente con la temática y el estilo de la novela de de Aymé reacciona en función de sus preocupaciones y sensaciones cotidianas.” Es decir, que el rol de lector y traductor lo induce a seguir el mismo camino en el que incursionó Aymé en narrativa y teatro. Esto refleja como señala Valdivia “la inquietud por el lenguaje literario y su íntima naturaleza” (277). Ver al respecto el artículo de Rosario Valdivia, “Creatividad y comunión en César Vallejo, autor y traductor”, Mutatis Mutandis. Vol. 3, N° 2, 2010, pp. 276-292, en el que establece la influencia mutua entre el estilo de Marcel Aymé y César Vallejo como traductor de La rue sans nom.

[5] Ver al respecto sobre Hermanos Colacho la edición de las obras de César Vallejo de Ricardo Silva y Cecilia Moreano.

[6] Para Natalia Gómez, la obra teatral Dressing Room y el guion cinematográfico Presidentes de América perfila alguna de las propuestas de Vallejo sobre la nueva teorización del teatro contemporáneo y su relación con el cine mudo.

[7] Serguéi Prokofiev se desvió de la línea nacionalista con las piezas musicales Concierto para piano N° 1 (1911) y Suite escrita para orquesta (1914) que lo encasillaron como mala música (formalista) por salir de la línea estética del realismo socialista ruso. Compuso El bufón y el paso de acero (1927) que representa la industrialización en Rusia.